MILAGROS INESPERADOS
Al redescubrir The Green Mile (EUA, 1999, Dir. Frank Darabont )después de tantos años me encontré con una pregunta minutos antes de la muerte de Delacroix; “¿Por qué esta historia fue escrita así?”... fue también cuando entendí que el verdadero horror en las historias de Stephen King no son los monstruos de otros mundos, sino la maldad que puede existir en las personas.
Hablando de la película más que de la novela, y como opinión personal, puedo decir que es una obra casi perfecta; mezclando elementos cómicos y terroríficos de manera sutil, sin que la comedia parezca fuera de tono ni exagerada, e incluso dejándola de lado en el momento perfecto y de manera inteligente.
Los personajes son hipnóticos y su complejidad les permite ser interesantes o emocionantes, mostrando que incluso el asesino más cruel tiene debilidades, miedos, y eso, a mi parecer, suma comedia en las películas.
En la película no se cuenta el motivo por el cual Arlen Bitterbuck y Eduard Delacroix están sentenciados a la silla eléctrica; esto sugiere a que el espectador trate de empatizar y haga realidad lo que dijo Brutal: “No es necesario asustarlos, Percy, ya tienen suficientes tensiones” o cuando mencionó “(...) ya no tiene deudas con la casa”. Si bien el espectador no puede tomar de manera literal esas palabras, es cierto que no tiene caso odiar a los personajes por sus actos en el pasado y que no es incorrecto empatizar con ellos.
En la novela, Arlen Bitterbuck mata a otra persona en una discusión por un par de botas; en el ensayo de su ejecución, Toot lo convierte en una situación cómica, para que la escena siguiente sea cuando Arlen cuenta su mejor época con su joven esposa antes de ser ejecutado, con una gran banda sonora; es en esta parte cuando la comedia y el drama pueden ocurrir en la misma secuencia sin parecer grotesco.
Igualmente, Eduard Delacroix fue un pirómano, violador y asesino; quien, tiempo antes de ser ejecutado, se encariña profundamente con un pequeño ratón; es por esta razón y por lo antes mencionado que los guardias y nosotros —los espectadores— logramos emocionarnos; y claro, por su obvio arrepentimiento, además que sufre una muerte horrible e injusta.
Esta obra trata muy bien el problema del racismo que existía en esa época — igual que ahora— sin parecer forzado, simplemente enfatiza que es incorrecto con acciones; la intención es realmente honesta.
Personalmente me suelo desesperar con pequeñas cosas en las películas; cosas tan inconsecuentes pero que pudieron cambiar el rumbo de la historia. Como cuando Percy Wetmore no moja la esponja en la ejecución de Del y Harry Terwilliger no lo nota, aún y cuando él es quien le puso la capucha negra y le colocó el casco de electrodos, naturalmente tendría que ver o sentir el agua de la esponja. Y Paul Edgecomb, la única persona que lo nota a tiempo, no dijo nada cuando pudo.
La película juega mucho con las sombras, ángulos creativos y posiciones en la cámara claramente bien pensados. Como el recurso de los ángulos para hacer ver a Michael Clarke Duncan con una estatura mucho mayor a la de los otros actores, al igual que el específico diseño de set para apoyar este propósito. O el de las sombras que aportan el bien logrado halo de misterio en ciertas escenas; todo con el tipo de encuadres, movimientos y posiciones de la cámara en el set que, en ocasiones, recuerdan a Rashomon.
El buen diseño sonoro que no permite ignorar las intenciones con las que fue creado y montado, como el fuerte rechinido de los zapatos de Percy Wetmore. Volviendo con la ejecución de Eduard Delacroix, cuando Percy dice “(...) que Dios se apiade de su alma.” justo antes del sonido de un trueno.
Las mejores escenas —a mi parecer— son todas aquellas con William Wharton o Billy the Kid, uno de los personajes más difíciles de comprender. Porque sabemos que es un asesino cruel que sufre mucho al ser encerrado en el cuarto acolchonado, al punto de ser bastante cómico; luego sabemos que además es un pedófilo y violador que gusta de hacer bromas infantiles a los guardias.
Otro de los personajes que también abre muchos pensamientos de curiosidad es Burt Hammersmith, quien fue defensor de John Coffey y que en su única aparición durante la película compara a perros mestizos con personas negras, contando cómo su perro atacó a su hijo sin razón, y al mismo tiempo diciendo que “un negro” actuará de la misma forma; todo esto después de decir que todos tienen derecho a una defensa, aún y cuando él estaba totalmente seguro de que Coffey era culpable.
El reparto es justo el que tenía que ser, especialmente con Percy Wetmore, Eduard Delacroix y William Wharton; no imagino a Wild Bill siendo interpretado por otro actor que no sea Sam Rockwell. Las expresiones que pueden llegar a hacer en ciertas escenas nunca dejan de sorprenderme, aunque sean pequeños gestos en tan pocos segundos pero es eso mismo lo que los hace hipnóticos e interesantes. Los hace inolvidables. Incluso el doblaje es excelente.
La banda sonora es sublime; cumple por completo el objetivo y más. Incluso la ausencia de la misma es especial, nunca se satura y tampoco disgusta el volverla a escuchar. Tal vez los diálogos sobre esas imágenes se vuelven parte de esa belleza auditiva.
Desde hace años y hasta el día de hoy la veo con los mismos ojos; y puedo decir que la recordé siempre con tanto cariño y curiosidad. Es una película que nunca se dejará de recomendar al igual que la novela; y se puede empezar por cualquiera de las dos. Nos dejará una enseñanza única e irremplazable.