"Sucession" Dir. Jesse Armstrong | Reseña por Mauro Bengoechea

SUCCESSION

Serie |Dir. Jesse Armstrong y más | 2018-2023 |EUA

Reseña por Mauro Bengoechea

Familia. Los seres que te reciben cuando sales de tu capullo y haces tu primer berrinche. O mejor dicho, la primera queja bien fundada de tu vida. Te enseñan a hablar. Te alimentan. Te limpian el culo. Te protegen de todos los males. No dejan de estar chingando. Te dicen lo mucho que te aman. Te restriegan en la jeta que no sirves para nada. Se burlan de tu cuerpo. Viborean tu soltería. Depositan hasta la más mínima expectativa en tu eventual llegada a la madurez la cual nunca llega del todo en realidad. Esperan que seas superior  a ellos en todo sentido imaginable y sin embargo, cada que estás cerca de superar esa expectativa, no son capaces de tolerarlo y buscan cómo intimidarte y convencerte de lo poco que vale tu esfuerzo en comparación con el suyo. 

Pero te aman. Eso sí. Y tú también los amas. Cualquier rastro de justificable resentimiento hacia ellos abandona tu cuerpo cuando te dicen lo orgullosos que están de ti. Cuando te solapan una estupidez. Cuando reciben tu llanto en su hombro. Cuando se cagan de la risa juntos a costa de una tragedia ajena. Cuando conducen hacia rumbos donde no pasó Diosito a recoger el meado, besuqueado y guacareado despojo de tu cuerpo y además, tienen la cortesía de comprarte chilaquiles o prepararte un café americano caliente mientras sigues murmurando pendejadas.

En pocas palabras, las familias son una perra. Pueden ser el vehículo más efectivo a nivel económico y motivacional para hacer realidad tus más húmedos sueños de éxito. Y a la vez, son el obstáculo más estorboso y aterrador que la vida te pondrá hasta para ponerle chile del que pica a tu esquite. Imagínate para conseguir pareja. Para independizarte. Para vivir del arte. Para dedicarte a lo que sea. Para hacer lo que sea con tu vida. Imaginemos ahora que cada movimiento que des afectará directamente la reputación de estos desgraciados. Imagina nada más la desgracia de nacer en el centro de un estúpidamente rico y corrupto imperio donde tu mayor triunfo y tu mayor cagada serán trending topic. Donde eres potencial candidato para mover los hilos de la manipulación mundial. Y toda tu familia está dispuesta a apuñalarte por la espalda de las formas más jodidas e inmorales posibles para evitar que reclames ese trono sangriento... a menos que al imperio le convenga que te sientes ahí. 

Indecisos respecto a qué nuevo show adoptar y a punto de comenzar Los Soprano, finalmente mi madre y yo elegimos lanzar una moneda al aire (metafóricamente) y pusimos play al primer episodio de la multipremiada Succession, comedia negra corporativa creada en 2018 por Jesse Armstrong, protagonizada, entre muchos otros, por el hijueputa que torturó a Wolverine en nombre de la ciencia (Brian Cox), el buen samaritano que salvó a una morra de ser violentada en el juicio de los 7 (Jeremy Strong), el hermanito de Ricky Ricón (Kieran Culkin), la variante multiversal de Ethan Hawke (Sarah Snook) y el compa de Ferris Bueller (Alan Ruck). Esta magistralmente descarada epopeya de 39 horas nos adentra en el manipulativo e inmoral entorno de Waystar Royco, el más grande imperio de los medios de América y el mundo, donde todos están a merced del juicio del patriarca Logan Roy y su errático temperamento, mientras que sus hijos Connor, un rabo verde con delirios de grandeza, Kendall, un ex-drogadicto divorciado, Roman, un impotente sexual con un aberrante sentido del humor y Shiv, una polígama calculadora, ponen a prueba sus audacias, instintos y estrategias para ascender paulatinamente a la dirección de la compañía una vez que su padre abandone el codiciado cargo, sin importar a quienes deban pisotear, o cuántos huevos haya que lamer para conseguirlo. 

Cada que inicia un nuevo semestre en esta carrera y nos toca presentarnos individualmente ante las nuevas profesoras y profesores, cuando me toca pasar por lo general suelo traer a colación que siempre he sido un devoto entusiasta de toda historia en la cual figure el humor negro como elemento característico de la atmósfera narrativa. Puedo decirles que en definitiva, Succession estuvo muy lejos de ser la excepción a la regla, aunque he de admitir que, mientras veía los primeros episodios, aún con lo burlón y venenoso que puedo llegar a ser al entrar en confianza con la gente, incluso yo sentía que iba a ser casi imposiblemente incómodo sentarse a ver esta serie en su totalidad. La desfachatez de cada personaje, el grado de conveniencia egoísta pura con la cual actúan, el nivel de desapego de cualquier rastro de emoción humana que no sea la mera satisfacción de ganar... muchos pensarían en un inicio -y créanme cuando les digo que yo también lo pensaba- que la manera en que están moldeados los caracteres de este universo es naturalmente unidimensional y por ende, no es nada fácil empatizar con sus personalidades a menos que seas un parásito igual a ellos o tengas el estómago para reírte asombrado de su extrema falta de tacto con los seres humanos. 

Claro, esa percepción cambia radicalmente una vez que decides no detener la reproducción automática del siguiente episodio. Y comienzas a familiarizarte con las dinámicas y a desmenuzar poco a poco de dónde se originan los rasgos de conducta más viscerales de esta gente. Y te encuentras con ni más ni menos que una de las series más extraordinarias jamás desarrolladas en la puta historia. Perdónenme el francés. Pero asuputamadre, les juro que no es para menos. Como si utilizaras la pluma antigua de un poeta para dibujar con todo lujo anatómico de detalle una mano haciendo seña de "pito", Armstrong emplea un descarnado, pero elegantemente escrito manejo del humor con el que construye un universo complejo donde se desenvuelven interacciones llenas de capas más allá de lo evidente. Máscaras de plena autoconfianza, frivolidad y cinismo que ocultan a plena vista resentimientos, frustraciones, deseos reprimidos e inseguridades arraigadas que antes muertos que exhibirlas ante sus potenciales contrincantes. Cada uno de ellos, hasta los asesores y guardaespaldas de menor tiempo en pantalla, tiene sus propias agendas, objetivos y rasgos de personalidad visibles. Y cada que se manifiestan los acordes de piano y cuerdas de Nicholas Brittell, no puedes más que sentir los escalofríos de la incertidumbre y desconfianza que te generaría estar rodeado de esas personas.

Quizá una de sus mayores fortalezas (y algo que mi madre no apreció en lo absoluto) reside en el invasivo trabajo de cámara. Mientras observamos a la familia Roy, a sus asistentes y allegados en su privadísimo cosmos formulando sus estrategias, tirándose mierda mutuamente, abusando de los privilegios que su burbuja les concede o gozando de la muy poco común dicha de un satisfactorio trabajo en equipo, los persigue un persistente zoom-in del lente de la Arricam que sin saberlo les está apuntando, y cuya naturaleza disruptiva y temblorosa evoca al acoso videográfico de un paparazzi. Nuestros ojos son la cámara chismosa de un fotógrafo de algún medio sensacionalista en busca del menor motivo de desprestigio y polémica por muy humano que este sea, y que estos personajes harán hasta lo imposible por no concederte. 

Hasta que lo hacen. Porque todo ser humano tiene un punto de quiebre. Y jurarías que es en ese preciso instante en el que alguno de ellos romperá la cuarta pared, te ordenará que dejes de filmar, intentará destruir tu cámara cual Sonny Corleone y amenaza con arruinar tu reputación para siempre o matarte si no borras los archivos. Nadie te detiene. Observas consternado la brutal encarnación actoral de Strong, Culkin, Snook y Ruck como 4 hermanos que nacieron rotos desde antes de ser concebidos, sacando a relucir las cicatrices que no quisieran que nadie viera. La magnitud de sus rencores personales mutuos, hacia su padre y hacia sí mismos... su oculta necesidad de amor, de que por una vez les digan que están haciendo algo bien... les sobrepasa y nos sobrepasa. Los mantiene atrapados en un bucle infinito de pésimas decisiones haciéndole daño a quienes aman y deberían ser sus aliados, solo para en silencio autoflagelarse con culpa y eventualmente, volver a portar la máscara de hijos de puta ante la sociedad para reapropiarse de su respeto. Las familias conflictivas funcionan así. Están tan acostumbradas a lastimarse unos a otros, que atesoran las migajas de afecto cuando se atreven a darlo y recibirlo. Aunque las ocasiones se cuenten con los dedos de una mano. Aunque estén conscientes de que encontrarán otra razón muy pinche estúpida para volverse a pelear. 

10/10. Un licuado de satisfacción y tortura, tan exquisito como repugnante. La tragicomedia más devastadora que probablemente verán en su vida.

Arte7 Cine