"Una ronda más" Dir. Thomas Vinterberg | Reseña por Mauro Bengoechea A7CDMX

Una ronda más

Dir. Thomas Vinterberg

2020 | Dinamarca | 117 min.

Por Mauro Bengoechea | Segundo Semestre A7CDMX


Es curioso. Justo hace poco me encontraron en una épica excursión por los rincones más sórdidos y desconocidos del Centro Histórico, en compañía de mis compas y un par de profesores de la carrera, quienes hacia el final de nuestro sendero cultural, al igual que casi toda la pandilla y yo, terminaron bien grifos, bien embriagados, bien anales, bien beodos, vaya… ustedes saben a lo que me refiero. Y aún si al inicio ello fue un poco aterrador para mí, fue una experiencia caóticamente divertida, de esas que no me ocurren muy seguido hoy en día. No me arrepiento de nada. Fue genial. 

Sea cual sea el tiempo que llevamos respirando oxígeno del mundo, sea como sea la vida de cada quien, así hayamos crecido sin el amor de nuestros padres y madres, o en un contexto violento, e incluso si fuimos afortunadxs de contar con personas buenas que nos amen, tenemos un buen techo bajo el cual vivir o aunque hayamos cumplido o estemos cumpliendo sueños nuestros y aspiraciones con el apoyo total de estas buenas personas… ningún ser humano está exento de sentirse abrumado por la idea intrusiva de haber llegado al final. De sentir que no vale la pena continuar porque ya no queda nada más qué hacer. Que hemos completado nuestra misión en el mundo. Que todas las experiencias y emociones memorables que hemos tenido, no las volveremos a vivir jamás. Hasta que, si bien nos va,

¿Qué es la juventud?

Un sueño.

¿Qué es el amor?

El contenido del sueño.

Con este bellísimo proverbio de Kierkegaard, se nos abre el telón para presentarnos el más reciente ensayo en existencialismo cinematográfico concebido por el buen Thomas Vinterberg, santo patrono del Dogma 95, un cineasta de influyente estilo y visión crítica cuyo mundo se vio tristemente devastado por una tragedia familiar durante el marco de la realización de este filme, a pesar de esta adversidad no solo pudo ser terminado, sino que el resultado es simple y llanamente magistral. Protagonizada por el maravilloso Mads Mikkelsen, y quizá una de las muy pocas cosas no horrendas del 2020, esto es aquello que a veces es suficiente para llevarnos a un hoyo de soledad, perdición y muerte del cual tal vez no salgamos nunca, y también es aquello que a veces el cuerpo nos implora para al fin gozar de la explosiva fiesta que es la vida misma… esto es,Una ronda más .

Nuestros protagonistas son cuatro profes de secundaria en plena crisis de mediana edad: el profe de historia, Martin (Mikkelsen), el de psicología, Nikolaj (Millang) y el de música, Peter. Son amigos cercanos y todos ellos se ven a sí mismos atrapados en la monotonía eterna que colma sus vidas. En particular, Martin ya no sabe cómo acercarse a su propia familia que él mismo formó, ni mucho menos a sus jóvenes y exigentes alumnxs. ¿La solución? Años de historia universal afirman que consumir alcohol constante en horarios laborales desata habilidades creativas ocultas, brinda seguridad y elocuencia para dirigirse a otras personas y… oh sorpresa, también se afirma que de por sí nacemos con un déficit de intoxicación en la sangre que deberíamos remediar. Y este cuarteto de compas está dispuesto a comprobarlo. Son adultos. ¿Qué es lo peor que podría pasar?

Sí. Suena divertidísimo. Hasta ahora, todo apuntaría a que Druk es otra comedia desfachatada más donde se romantiza el consumo desmesurado de cheves y tequilas como el verdadero camino hacia la felicidad. Ésta fue la principal razón de algunas personas para vapulear la película y, de hecho, en un inicio pareciera que es una acusación válida. Las secuencias donde toman lugar los festines de ebriedad de los protagonistas están tan exquisitamente filmadas y lucen tan espontáneas en lo actoral que incluso como jóvenes nos vemos reflejadxs en ellos. Y, sin embargo, esto no es gratuito en absoluto. La inspiración detrás de esta rebelde fábula no fue sino, Ida Vinterberg (QEPD), hija del cineasta, quien dio testimonios sobre la cultura del consumo excesivo de alcohol entre la juventud danesa. Quizá uno de los muy pocos puntos oscuros en un lugar tan políticamente ejemplar como lo es Dinamarca para el resto del mundo.

Estoy seguro de que todxs, o la mayoría de ustedes se han comido un mazapán alguna vez, o varias veces a lo largo de su vida. ¿Se han topado con un mazapán perfecto? Quiero decir, ¿Alguna vez han podido abrir una de esas madres sin que se rompa? ¿Recuerdan esa satisfacción que se siente al sostener entre sus dedos esa creación divina y enterita? Tengo una lista personal de películas que entran en la categoría de mazapanes perfectos por cómo sus valores narrativos, estéticos y actorales están tan maravillosamente cuidados de un modo que resulta satisfactorio, dignos ejemplos para una lección escolar sobre cómo hacer una obra maestra cinematográfica. Druk es un mazapán perfecto.

Si bien no posee la paleta de colores más vívida del mundo (ni tiene por qué tenerla), sí que funciona para transmitir un aura naturalista y melancólica en yuxtaposición a la euforia que los protagonistas experimentan, y aunque me hubiera encantado saber un poco más sobre la vida personal de los tres colegas de Martin, el filme nos presenta rasgos muy puntuales de cada uno de ellos de un modo tal que si bien no los conocemos por completo, sus carismáticas personalidades son lo suficientemente interesantes como para que nos involucremos en sus procesos individuales, y al igual que con Martin, deseamos que a lo largo de su aventura no les suceda nada malo.

La impecable estructura de su guión nos conduce poco a poco en la peligrosa odisea en la que Martin decide embarcarse junto con sus amigos, en los resultados positivos de su experimento a nivel pedagógico e incluso familiar, en las grandes enseñanzas que sus alumnxs no olvidarán y cómo a su debido tiempo, estos compitas tendrán que aprender a vivir (o morir) con las consecuencias de su nuevo despertar a la vida. Y el final… no hay palabras para describirlo. Después de acompañar en cada paso del camino a estos cuatro singulares señores a lo largo de su introspectivo experimento no exento de sus horrores, bellezas y mucho, muchísimo alcohol, ese último instante del filme, evoca una agridulce explosión de sensaciones que resulta abrumadora. Pues aunque no podemos afirmar con certeza qué será de los personajes después de aquel épico instante en el que se encuentran, ellos tampoco lo saben. No saben si todo sigue igual o si se convirtieron en adictos. En ese preciso momento, no les importa. Están vivos. Se sienten vivos. Son libres. Sea lo que sea que eso signifique para ellos.

10/10. Después de pasar varios meses deprimido, igual que mucha más gente en estos tiempos, no puedo negar que un cierto sentimiento de emancipación me llenó el alma cuando vi esta joya. Una joya que, en lo personal, veo como una celebración crítica no solo del alcohol, sino de la juventud eterna, y de la noble labor de nuestros profesores. Si se la toparon en Netflix recientemente, y tenían curiosidad de echarle un vistazo, no lo piensen más. Todo con medida (* guiño *).



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