Blanco en blanco

Alfredo Castro como Pedro

Alfredo Castro como Pedro

Por Diego Robleda

BLANCO EN BLANCO 

Dir. Théo Court 

España-Chile-Francia-Alemania | 2019 | 100 min. 


Las fotografías son en efecto experiencia capturada y la cámara es el arma ideal de la conciencia en su talante codicioso. 

_____________________________

 Susan Sontag, Sobre la fotografía

 

No. No te voy a convencer, voy a exponerme, a depositarme en los deseos de alguien más. Nada más así, con las palabras, te voy a provocar, que la luz y su sapiencia milenaria te iluminen, te lleven mucho más lejos que las imágenes. 

Enorme la naturaleza nos invita a pensar en un lugar frío y desolado, de pronto, una casa, en la ventana, un tono ambarino. Los sucesos narrados con gran delicadeza nos ubicarán en un tiempo en donde la electricidad no existía, en este relato los seres habitarán sus gestos de intensa forma, la iluminación natural será necesaria, vital, también funcionará como acento dramático en el desarrollo del relato. 

Un hombre cierra la puerta de su casa, percibe el frío del exterior, se convence de su cotidiano, entre la helada inventa algo muy parecido al caminar humano. Los créditos anuncian quiénes serán los intérpretes de una historia contada entre la iluminación de las velas. El hombre, Pedro -Alfredo Castro- pareciera obedecer a los instintos dictados por su soledad, pareciera también un cazador de momentos, de luz, un ser que acecha al tiempo y le captura en su invento de madera y vidrio. En Blanco en Blanco se tejerá una historia que sugiere diversos niveles de interpretación: la fotografía como suceso histórico, como necesidad humana para perpetuar su existencia, su rastro en el mundo; por supuesto como un lujo y una tradición. Pero antes de la fotografía está el fotógrafo y es a quien seguiremos durante este pasaje de iniciación, las vivencias de un forastero que descubrirá las infamias que existen detrás del hacer patria. A veces insatisfecho, otras más dispuesto, algunas más extasiado por la luz y la piel, Pedro descubrirá aquello que no se puede ver a la luz de una cera encendida, aún más interesante, esas emociones rayando en la desesperación y el deseo exacerbado serán compartidas al espectador, la puesta en escena brindará elementos precisos para involucrarse en la narración, la iluminación, la música, el diseño sonoro, los movimientos de los personajes, sus tonos de voz tienen intenciones precisas. 

En estos ambientes en donde las palabras son rumores de la penumbra, los personajes intentarán lidiar con su soledad, con sus manías e instintos más animales. La historia contada por Théo Court y su equipo nos instala en tiempos remotos en donde el ser humano comienza a descubrirse tirano, malvado. La primera palabra que se entiende en el relato es un tímido -Tráela, y así, con el impulso y la capacidad mágica de las palabras se presenta en la pantalla la manifestación corporal del deseo. Las voces intentarán no espantar la luz necesaria para tomar una instantánea, para no ahuyentar la mística de la luz impactándose en el nitrato de plata. El proceso de tomar una fotografía análoga es utilizado como elemento narrativo, asistimos a los pasos del fotografiar, primero con la ingenuidad y la emoción de quien asume una nueva experiencia; después, descubriendo los horrores que una foto, la luz capturada, puede perpetuar. Blanco en blanco, también me plantea un diálogo relacionado con los dispositivos de captura de imagen, en la película se nos presenta lo análogo, esa labor que anhelaba los espacios de luz, que rogaba por el silencio, el no movimiento, la iluminación correcta para obtener la placa; en el otro lado de la cámara, la realización alcanza grandes logros plásticos, estéticos, narrativos, emotivos, gracias a la tecnología digital, el rango dinámico de la cámara juega a favor de esta historia de penumbra y palabras dichas en vilo. La tecnología es contrastada de manera sutil y gozosa, en ciertos momentos el plano adquiere el punto de vista de la cámara análoga, el espectador es entonces aquel que observa con intenciones de reproducir el tiempo y el movimiento en imágenes. El fotógrafo intenta capturar el paisaje, éste le reclama sus intenciones envolviéndole en una espantosa nube de polvo. 

La época que nos ha tocado vivir pide a los hombres – y mujeres y la diversidad- más sensibles abstenerse de contribuir al progreso humano. Muy pronto las enciclopedias contendrán sólo nombres de asesinos. 

_____________________ 

Guillermo Fadanelli,Dios siempre se equivoca 

Avanza el relato, estamos a la espera de una fiesta, un matrimonio. Los elementos principales se van mostrando de manera evidente, el deseo por la piel, el contacto con la otredad en un entorno en donde la soledad se frota el cuerpo con las ráfagas del frío. Sucede el tiempo de la película y la humanidad es mostrada en sus versiones más atroces. La esclavitud, la matanza de una población enarbolando una misión con invasores intereses. 

La película adquiere el tono de un secreto, presenciamos hechos escondidos en alguna parte remota del planeta, son seres humanos los que se interpretan en este relato, son personajes de un hecho histórico que aún hoy se manifiesta de diversas maneras: la colonización, la violenta aculturación, la intervención del territorio mediante el uso de la violencia mortal. La fotografía, en estos hechos, como en muchos otros, será herramienta y testiga, será reflejo falso de nuestra cruenta humanidad. Ya para el final de la historia se planteará el tema de la matanza de la comunidad Sonak, Selkman, nativos de la Patagonia Chilena, a manos frías de ingleses, y se nos cuenta que también no ingleses. 

El retrato de una misión que obedece al progreso humano, a la adaptación del ser en su entorno. A Pedro le atrapa la situación, las consecuencias de sus actos prolongarán su espera, su soledad no tendrá más remedio que procurar seducir el curso del viento con su máquina de vidrios y madera. Mientras se sumaban las secuencias, me venían referencias de películas que construyen la espera como motivo de sobrevivencia, como modo de vida, pensaba en Zama (Lucrecia Martel, 2017), Jauja (Lisandro Alonso, 2014), Minotauro (Nicolás Pereda, 2015), Tormentero (Rubén Imaz, 2017), Caballo dinero (Pedro Costa), y El Ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962), historias en donde la soledad pareciera ser el único remedio para la existencia, relatos que indagan en las posibilidades de la penumbra humana, la espera oscura. La forma de la película funciona para los intereses de su emotividad, los diálogos fuera de plano, los paneos, los seguimientos a los personajes en planos abiertos nos dan información de los personajes, del momento que atraviesa la película. 

El fuego, la luz natural se convierte en un elemento poderoso en la narración, es acaso aquello que brinda el tono a la escena, algunas veces es más tímido, otras, las sombras trémulas de los personajes se impactan en las paredes mientras las velas se agitan con el viento feroz; sí, también hay instantes en donde la luz observa a estos seres humanos conviviendo en sus estados más elementales. Y en otras, el fuego se mantiene salvaje en antorchas sostenidas por hombres intentando desquiciar a los espíritus de la noche. Y cuando la luz natural se va y deja ausente al personaje, aparecen las luces de sus imaginaciones, de sus ensueños, el relato se inmiscuye con la mente del protagonista, asistimos a sus alucinaciones, a sus más profundas calamidades, tal vez una revelación, tal vez un estado mental que anuncia la pérdida de la cordura. 

Es posible que en los años mil ochocientos de nuestra humanidad, en la Patagonia chilena, un hacendado inglés decidiera instaurar su violento legado y deseara inmortalizarlo con uno de los inventos del siglo: la fotografía y el fotógrafo, la máquina y el ser humano decididos a contar más de una historia, convencido de que su labor puede alcanzar la belleza de una caricia dada a una piel prohibida. Es posible que esta historia contada en varios idiomas haya sucedido, es posible que los seres humanos se sientan dueños de otras vidas, es muy posible que Blanco en blanco sea más que ficción, se acerque quizá a un daguerrotipo full hd que nos muestra desde un extraño pasado las atrocidades que la humanidad aún no puede superar. 

Una película que se disfruta por su complejidad en la narración, que combina diversos niveles en el relato, nos lleva por varios infiernillos personales para invitarnos conflictos y maneras de vivir de una comunidad lejana; y luego, al final, la Historia impacta nuestros sentidos, emociones y recuerdos. 

Fotografiar es apropiarse de lo fotografiado. Significa establecer con el mundo una relación determinada que parece conocimiento, y por lo tanto, poder. 

_______________________________

Susan Sontag, Sobre la fotografía.

Acontecido lo atroz, la muerte invita a la representación, a construir la imagen que perdure y deje precedente de la supremacía: una puesta en escena que manifiesta lo cuestionable de los acontecimientos históricos. La soledad motivando una instantánea vital, la naturaleza siendo testiga de la mentira. La foto se sufre, el conteo de la fotografía comienza tímido, el sol se esconde tras la vergüenza de las nubes, el conteo sigue en calma hasta obtener el instante preciso. 

No. Es muy posible que no lo haya logrado, esa no era mi intención. Se trataba de revivir aquello que atrapó a mi eterna soledad. 

_________________________________________________________________________

CITAS

  • FADANELLI, Guillermo, 2004, Dios siempre se equivoca, México, Joaquín Mortiz. (Nota modificada por el autor del presente texto)

  •  SONTAG, Susan, 1973, Sobre la fotografía, México, Random House, 4o Ed.

Arte7 Cine