"Cero en conducta" Dir. Jean Vigo | Reseña por Israel Fausto, alumno de segundo semestre
“CERO EN CONDUCTA”
Dir. Jean Vigo | Francia | 1933 | 41min.
Reseña por Israel Fausto, alumno de Segundo Semestre Carrera de Cine A7 CDMX
Cuando queremos hablar del cine en los años 30 podemos mencionar la revolución que ocurrió en Hollywood, y aquellos grandes directores: Howard Hawks que dibujaría las bases para la creación del lenguaje cinematográfico clásico, el jardín de los sueños florecía y junto con él una generación de directores y actores que serían parte del star system hollywoodense.
El sonido llegaba al cine y junto con él los famosos talkie,; las comedias provocaban las sonrisas del espectador, los musicales los transportaban a otro mundo; las historias gansteriles daban una pista del cine que reinaría en algunas décadas posteriores; los monstruos expresionistas aterrorizaban dulcemente a la audiencia.
En pocas palabras, el cine y su producción encontraban una base firme sobre suelo norteamericano. El panorama internacional se mostraba atento a lo que las germinantes productoras en Hollywood comenzaban a hacer, aquella influencia empezó a permear el cine internacional y productos similares comenzaban a identificarse en todo el mundo. Pero, es poco creíble que el recién nacido séptimo arte hubiera encontrado su forma final a tan solo unos 35 años de su nacimiento; esto precisamente es lo que pensaban los cineastas alrededor del globo.
Detengámonos en el cine francés de los años 30 y cómo su manera de hacer cine difiere ampliamente de Hollywood, lo desafía y pone nuevos temas sobre la mesa. Por cuestiones meramente objetivas y un toque de gusto personal, me gustaría señalar a un cineasta en específico y una de sus obras en particular: Jean Vigo, aquel joven que nos regalaría una escasa filmografía pero que serviría de ejemplo y sería exponente de una fresca y original visión del mundo y del quehacer cinematográfico.
Cero en conducta, 1933, es un filme que disfrutaría de la producción de la famosa Gaumont. Aquel rodaje sería un tanto cuanto desastroso, irónicamente, relacionado con la temática de la película. Además, la versión final representaría un pequeño corte de lo que pudo haberse filmado y su estructura medianamente episódica que años más tarde se reconocería como una de las grandes virtudes del filme.
El filme cuenta la historia de cuatro estudiantes de un internado: Bruel, Caussat, Colin y Tabard, este último protagonizado por una niña y con la intención de confundir, era aquel personaje con el que Jean Vigo se identificaba más. Los niños del internado se envuelven en situaciones divertidas y algunas otras humillantes, que no resultan sino en la emancipación ante sus dictadores por medio de una revuelta incluso en tono pagano, rasgos que vuelven único al filme.
Estos cuatro personajes se muestran rebeldes y desastrosos desde el primer segundo del filme; cada movimiento es desestabilizador y contiene una carga enérgicamente desafiante ante el aburrido y cruel mundo de los adultos. Es por eso que, sonoramente, los gritos de multitudes de niños y diversos ruidos estruendosos juegan un papel decisivo a la hora de dimensionar el poder infantil del filme.
Mientras en Hollywood se inmortalizaron los masters shots, planos medios y close-ups, el francés apuesta por tomas picadas y angulosos planos que reflejan los aires experimentales de su cine.
Es evidente que la figura de autoridad es satirizada hasta el cansancio; aquellos maestros que ejercen posturas severas pero que terminan ridiculizados con sus represiones y sermones sin sentido. La cúspide de la burla es cuando nos presentan al respetado director del internado, un enano con una larga barba interpretado por Delphin, un famoso cirquero retirado que encarnaría a tan icónico personaje.
Importante mencionar a Huguet interpretado por Jean Dasté; este personaje es muy importante pues representa al único adulto que simpatiza con el pensamiento de los niños, sus actitudes son espontáneas y su comportamiento es libre y sin tapujos, sin duda, su homenaje a Chaplin y su secuencia haciendo acrobacias quedan memorables.
Hablando de la estructura dramática del filme, la lógica irreverente y subversiva es directa simbolización de nuestros protagonistas y su forma de ser y de actuar, tanto niños como adultos, es una declaración del director hacia una nueva forma de pensar, de reflexión y de crítica que solo se pudo lograr a través del medio cinematográfico; una forma de pensar a través del cine que más tarde sería inspiración de grandes movimientos como el neorrealismo italiano.
Sin duda, la cereza del pastel se encuentra en la pequeña animación de Napoleón Bonaparte convirtiéndose en un playero panzón, y un truco de magia realizado por medio de una doble exposición al puro estilo de George Meliès.
Cero en conducta es una demostración de que la reflexión crítica y la diversión son grandes compañeros y que además combinan a la perfección con el blanco y negro, una clase de cine en su más pura forma, un gran momento para rescatar un clásico y a su extraordinario autor.