El deleite sensorial como fuente de liberación

Tilda Swinton como Emma Recchi

Tilda Swinton como Emma Recchi

Por Katia Muñoz*

En Yo soy amor (2009, Luca Guadagnino), Emma es una mujer de origen ruso que ha hecho su vida en la alta sociedad de Milán, tras casarse  y formar una familia con un empresario acomodado. Su vida pasa sin contratiempos, hasta que conoce a Antonio, un chef amigo de uno de sus hijos, de quien se enamora y por quien se da cuenta que la realidad que ha vivido no es la que desea en su futuro.


 “Tú no existes” le dice su marido a Emma cuando ella le confiesa que ama a Antonio inmediatamente después del entierro de su hijo. Emma va corriendo hacia su casa, entra y sube a su habitación. Ida, su empleada doméstica, la alcanza, y juntas empacan unas piezas de ropa elegidas al azar. Emma se quita el anillo de matrimonio, lo avienta, abraza efusivamente a Ida y sale corriendo. Baja las escaleras, se detiene al ver a Betta, su hija. Se miran por un momento con un halo de complicidad. Emma desaparece.


Como dice Björk: There’s more to live than this, en donde sueña con huir del tedio para caminar por un muelle, tomar un barco y recorrer una isla, o escuchar música con altoparlantes.  A pesar de ser breve y lúdica, tiene un mensaje profundo: dejarnos llevar por la necesidad de descubrir y sentir.


A veces pueden pasar muchos años sin que haya algo que nos descarrile de la rutina diaria. Björk propone hacerlo a través de detonadores locos o infantiles, pero que a veces son la única manera de retomar nuestra esencia. Para Emma, ese detonador fue descubrir a Antonio, un placer culinario, que le hizo volver a sentir y reencontrar su motivación por existir.  Tras años de ser alguien sólo por pertenecer a un clan, pudo quitarse la venda de los ojos y darse prioridad a sí misma: encontró el valor de huir de su tedio para estar con alguien que –a diferencia de su marido- deseaba conocerla y valorarla. 


Luca Guadagnino utiliza el plano secuencia para acercarnos a los personajes: al principio, de modo esporádico; conforme las emociones se intensifican, de manera ubicua. Los planos cerrados de objetos clave en la trama los convierte en detonantes o catalizadores: desde la gamba en un platillo que produce un placer orgásmico, hasta el rizo del cabello y la sopa rusa que son mudos testigos de una traición. Los momentos de mayor intimidad son presentados en tonos oscuros (en especial el último plano de Emma y Antonio antes de los títulos de cierre), siendo la excepción - como un contraste deliberado- el momento en el que los amantes están en el campo viviendo un momento apasionado, lleno de libertad. La evolución física de Emma acompaña su cambio interior: va dejando atrás sus vestidos y peinados estilizados por una imagen más sencilla, con el cabello corto y menos accesorios, como una metáfora de lo que es ir quitándose un disfraz. Paralelamente, estos cambios también los vive Betta, la hija de Emma, que oculta su lesbianismo.


En tiempos en los que con mayor frecuencia se habla de los cambios en el concepto de familia nuclear, Yo soy Amor es una invitación a la reflexión de los roles tradicionales que esta institución representa. Más que juzgar el concepto clásico de familia, su crítica es cuando ésta deja de ser un apoyo y se transforma en una prisión en la cual los miembros reprimen sus sentimientos y deseos en pos de la apariencia. Si –además- añadimos las metáforas que presenta a través del mundo culinario y los matices que encarna Tilda Swinton al interpretar a Emma, es posible pensar que Yo Soy Amor es un banquete repleto de sabores que no son frecuentes encontrar pero que siempre se quedarán grabados en la memoria y el paladar: ¿hay más en la vida que ésto?

*El presente texto de crítica fue concebido y escrito en el marco del Taller de apreciación y crítica cinematográfica en Arte 7 Querétaro.

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