Milos Forman, del profundo Este a la gloria del Oeste

 
Jack Nicholson en “One Flew Over the Cuckoo’s Nest.”

Jack Nicholson en “One Flew Over the Cuckoo’s Nest.”

Afanoso migrante del comunismo europeo que llegó a ensanchar las arcas de Hollywood, Milos Forman fue un cineasta formado en la mejor tradición de las escuelas de cine, la de Praga, con Otakar Vávra –pilar del cine checo– a la cabeza, teniendo el insondable peso de la cultura judía y protestante sobre su cabeza.

Consolidada su carrera con filmes populares como Los amores de una rubia (1965), con la que llamó la atención de la industria estadounidense desde Checoslovaquia, y ¡Al fuego, bomberos! (1967), con la que lo borraron de la Europa del Este luego del mayo sesentayochero, su filmografía se empeñó en radicalizar la búsqueda de nuevos espacios y personajes en un Hollywood menguante, de 1975 a 2006.

Luego del escándalo económico que fue Atrapado sin salida (1975), que transformó el agua en vino al multiplicar una inversión de 3 en 100 millones de dólares, el potente trabajo de Forman cruzó el pantano hollywoodense de los años 80 sin manchar su plumaje, coronándose con la película que volvía unir las dos fronteras del muro de la Guerra Fría en su producción, Amadeus (1984), filme climático que afiló todos los dientes de la discusión política de entonces.

Valmont (1989), que quiso que fuera su cumbre, representó su primer descalabro frente a su competidora (por el mismo argumento en el que se basaban), Relaciones peligrosas (Frears, 1988), y sobre eso construyó Larry Flynt: el nombre del escándalo (1996), vituperio de la libertad extrema de expresión, y El lunático (1999), sustentada en el éxito avasallante de Jim Carrey y en el alboroto que causaba el nombre de la viuda de Kurt Cobain, Courtney Love, mucho más que en la importancia de la biografía del personaje en la que se basaba, el paradigmático comediante Andy Kaufman.

Ese arco de la década de los noventa, en donde siguió explorando a los individuos radicales inmersos en una sociedad conservadora, sacó del reflector a Forman, casi retirándolo. Su vuelta, Los fantasmas de Goya (2006), fue un feliz reencuentro con Jean- Claude Carrière, guionista de la fallida Valmont, y Saul Saentz, quien se convirtiera en referente en la historia de la producción a partir de Atrapado sin salida, y solamente eso.

Despojado del trono, Milos Forman vivió al final de su vida de las glorias pasadas, convirtiéndose en una pieza clave para entender la renovación del discurso que, desde sus culturas portentosas con vientos del Este, algunos realizadores (Polanski, Szabó, Verhoeven, entre otros) quisieron darle al viejo Oeste norteamericano.